Lentitud y Atención
Tiempo de lectura: < 1 minutoSusana Estela compartía recientemente este extracto:
“Hay un vinculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido. Evoquemos una situación de lo más trivial: un hombre camina por la calle. De pronto, quiere recordar algo, pero el recuerdo se le escapa. En ese momento, mecánicamente, afloja el paso. Por el contrario, alguien que intenta olvidar un incidente penoso que acaba de ocurrirle acelera el paso sin darse cuenta, como si quisiera alejarse rapido de lo que, en el tiempo, se encuentra aún demasiado cercano a él. En la matemática existencial, esta experiencia adquiere la forma de dos ecuaciones elementales: el grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido.”
La lentitud – Milan Kundera.
Imagino que está hablando de atención. En la lentitud, los no iniciados, podemos atender lo que ocurre con más detalle. A más velocidad, el paisaje visto desde el tren parece deformarse. Pero es mi atención la que se desvanece. Prefiero cultivar la atención que la lentitud. Y hacer de la lentitud un medio y no un fin. Descuidar mi atención asegura que el simple paso del tiempo es suficientemente veloz para alimentar el olvido de mi.
Quiero, como dice el maestro, irme frenando para que me alcance algún incidente penoso (que no recuerdo) del que llevo escapando un par de años, como poco.
No creo en el olvido absoluto. El olvido siempre es parcial. Algo así como un contrato. Lo pendiente golpea incesante, por mucho que me haga el sueco. Algo me llama y por eso huyo. Sino no haría falta. En el correr está el síntoma de un contacto que no sé cómo atender.
Lentitud <—–> Atención.