Hombres en movimiento, cuarta sesión. En círculo un hombre empieza a contar la frustración de no saber cómo poner...
La entrevista de La Vanguardia a un destacado médico español afincado en USA y miembro de la «Asociación Americana para el Avance de la Ciencia» (y que copio íntegra más abajo) me sirve como impulso para introducir un interesante tema. ¿Cuál es el poder de la mente para crearnos nuestros propios problemas y cómo salir de ese laberinto? ¿Es real lo que me pasa?
[…] Se ha demostrado en diversos estudios que un minuto entreteniendo un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una situación delicada durante seis horas. El estrés, esa sensación de agobio permanente, produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento del cerebro y en la constelación hormonal.
Durante mucho tiempo terapeutas y psicólogos hemos ido trabajando en la línea de ayudar a las personas aportando nuevas herramientas a las que ya conocían para solucionar sus problemas.
Imagínate en un cenagal, en medio de cualquier zona segura. El lodo te cubre hasta más arriba de la línea del corazón. La primera sensación podría ser el miedo y se da una circunstancia curiosa, uno elige creer que pueda salir de ahí o creer que no podrá. Si uno piensa que pueda salir de ahí, buscará los medios para conseguirlo. Y así surge la primera reacción más común: pedir ayuda o, en segundo lugar, luchar contra el elemento.
La figura del terapeuta no es la de tenderle una cuerda al paciente, sino la de indicarle como poder salir de ahí con sus propias herramientas.
El miedo y sus propias creencias (en especial si cree que lo suyo no tiene solución) dificultarán el cambio con frases como «eso no me servirá», «eso no tiene sentido», «yo no puedo hacer eso», «eso no va a servir», «yo se que eso no funciona», «eso no es lógico»… frases que dice mientras sigue hundiéndose en el barro. En esos casos, el paciente no trata conscientemente de autoboicotearse, se trata simplemente del miedo que se produce al sentir que debe contradecir una decisión tomada, una creencia (la de que no va a salir, que nadie puede ayudarle o, más en el fondo, que no merece salir). Uno no puede salir de la mente con la mente. Es necesaria la ayuda del cuerpo y de lo absurdo.
Recuerdo este cuento que ejemplifica aún mejor esta situación:
«Dos ratoncillos que buscaban comida cayeron en una jarra de leche.