La prisa, Valencia y la extrema derecha
Tiempo de lectura: 2 minutosSiempre es lo mismo. Prisa. Mucha prisa. No hay tiempo que perder. Y no me refiero a las víctimas. Ellas merecen toda la prisa, toda la atención, todos los recursos, todos los cuidados. Y merecen toda la rabia, para reclamar lo que es suyo por derecho. Me refiero a los que andamos desde nuestra casa agitando el avispero, fomentando la crispación y haciendo que su rabia y su desesperación sean aún peores.
Como no sostenemos la incertidumbre, como cada vez estamos más aniñados, ansiosos por lo inmediato, huyendo del vacío… todo tiene que estar resuelto ya mismo, todo tiene que saberse, no puede haber proceso. Todo urge. Y, además, sin justificación. No hay nada que lo justifique, salvo nuestro ansia. No hay tiempo para informes, pruebas, lecturas amplias y calmadas. No. Todo son titulares. La fuente de información son memes que te envía un antiguo compañero de trabajo que se lo ha dicho su primo que lo sabe de buena tinta.
Lo que ocurre hoy en redes sociales a causa de la catástrofe de Valencia pone de relieve el infantilismo de una parte de la sociedad que cada vez está más ansiosa y polarizada.
Los mensajes de WhatsApp deben responderse a la media hora. Si te quedas sin móvil una tarde, debes anunciarlo en todas tus redes sociales lo antes posible, no sea que alguien te escriba esa tarde. Si ocurre una catástrofe, todo debe saberse y explicarse de inmediato y, si no, es que nos ocultan algo.
Fácilmente, nos convertimos en cuñados de bar, en expertos en cuencas hidrológicas, diferenciamos claramente azudes de presas. Como también somos expertos en competencias autonómicas, te diferencio ya mismo lo que es un estado de alarma, de excepción o de sitio. Sabemos perfectamente cuándo puede actuar el ejército y cuándo no.
En fin… Que todo el mundo miente. No solo eso, sino que buscamos la mentira. Porque sabemos que lo son. Pero somos yonkis del control y del enojo. Nos parece que la vida es más soportable odiando y cabreados, que asumiendo la vulnerabilidad natural del vivir y los momentos de desconcierto.
Y lo hacemos para llenar un vacío que se percibe insoportable. Porque nos acostumbramos a controlarlo todo. Y eso nos hace cada vez más frágiles. Cada vez sostenemos menos la separación, un silencio, el tránsito, los ritmos. Cada vez damos menos tiempo al tiempo.
Y ese pánico al vacío lo llena la extrema derecha. Esa es su función. Y lo hacen a la perfección.
IMG: Cathy Daley.