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La violencia de la positividad

Tiempo de lectura: 3 minutos

La psicología positiva se pasa de simplista, enfocándose demasiado en ser feliz y dejando de lado las emociones negativas que también son parte de la vida. Puede llevar a ignorar problemas serios en lugar de enfrentarlos, y a veces promueve una cultura donde siempre debemos estar contentos, lo cual no es realista ni saludable. Además, no siempre tiene en cuenta las diferencias entre personas ni las cuestiones sociales más grandes que afectan nuestra salud mental. Muchas veces se basa en valores occidentales que no aplican a todas las culturas, y se comercializa como una solución fácil a problemas complejos.

El exceso de positividad resulta de la superproducción, de la supercomunicación, de la superinformación y… del ideal. De la búsqueda de un atajo que nos libere de tener que cruzar el paisaje del dolor, como si fuera algo evitable, como si no fuera de esta vida, como si fuera algo ajeno a nosotros.

Esa es la gran mentira de la psicología positiva, cuando habla de ser la mejor versión de uno mismo, no dar un paso atrás, cuando fomenta el control incluso cuando habla de soltar el control, cuando insiste en la importancia de alcanzar el bienestar, y que en otras corrientes es la iluminación, la felicidad o la unidad, o que en los espacios más formales lo definen como un entreno para gestionar las emociones de modo que uno pueda aprender a estar bien… definitivamente.

Un ataque al sistema inmunológico

Y puede verse como un problema inmunológico: El sistema inmune, que es el que nos protege sabiendo identificar aquello que nos ayuda a estar saludables, de lo que no, acaba por identificar como un problema una parte del cuerpo que necesitamos: el dolor, el cansancio, el aburrimiento, la incertidumbre, la enfermedad, o la muerte.

Que se construya una narrativa donde se etiqueten como negativos aspectos necesarios de uno mismo, nos garantiza un ataque hacia nosotros, como ocurre con las enfermedades autoinmunes.

El exceso de lo positivo nos lleva a despreciar aquello que nos resulta incómodo como si fuera algo peligroso simplemente por ser «lo otro». Claro que sale de aquí el racismo, pero también la autoexplotación. Se vuelve cada vez más torpe la diferenciación de lo otro, hasta el punto que dejamos de distinguir qué es lo saludable y qué no. Hemos creado un exceso de aprecio por lo idéntico y un excesivo rechazo por lo otro, por lo ajeno, por lo diferente.

Estamos reforzando un sistema inmunológico psicológico que cada vez es más deficiente. El discurso de Trump genera para muchos un salvoconducto para huir del miedo de lo otro. Lo hace desde un lugar de conflicto, dibujando una sociedad amenazante. Pero no es diferente al discursos de Marian Rojas Estapé, Elizabeth Clapés y tantos otros supuestos gurús del desarrollo personal con millones de seguidores en redes sociales, que venden y garantizan lo mismo, aunque lo hagan desde la pacificación.

Sobre la autoexplotación

Mirar IG o Titktok horas implica ir asumiendo un cansancio, el mismo cansancio que deriva del exceso de horas de trabajo, de tiempo conduciendo, de horas con la familia, de extraescolares… Porque se supone que es positivo informarse, ir a yoga, comer saludable, llevar a los hijos a una buena escuela, tener un buen puesto de trabajo, que los dos trabajen por igual, que la casa tenga 4 en lugar de 2 dormitorios, que las vacaciones sean a algún lugar interesante y nuevo, y que no haya perdido, sobre todo, el tiempo. Ese nivel de explotación se convierte en autoexplotación cuando el objeto por el que luchar lo incorporo en mi mismo.

Ese nivel de autoexplotación no solo está normalizado sino que lo vamos a defender, y aunque pueda parar, reorganizrse de otro modo, cambiar de trabajo con mejores condiciones, mudarme de ciudad a otro sitio más barato y menos estresante… encontraré muchas trabas. Todas circunstanciales.

Porque lo que está de fondo son dos cuestiones: la propia estructura de autoexplotación y, por otro lado, que no tengo referentes sobre cómo hacer otra cosa que no sea eso.

Pero, por lo menos, ojalá lo vaya identificando.

Manuel Cuesta Duarte manuelcuesta@paziencia.com

Manuel Cuesta, soy terapeuta gestalt con consulta en Granollers y online. Dirijo Paziencia desde 2010. Ofrezco acompañamiento en terapia individual y de pareja, dirijo grupos de supervisión para terapeutas y grupos de terapia. Colaborador de Cherif Chalakani desde hace 14 años. He sido docente del Proceso Hoffman en España, dirigido grupos de hombres en movimiento y colaborado con diferentes escuelas de formación Gestalt y corporal.

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