Breve nota sobre la vergüenza
Tiempo de lectura: 4 minutosLa vergüenza es un sentimiento que expresa un miedo al rechazo, a no pertenecer. Aparece como la sensación inadecuación y aunque la linea no es fácil de trazar, la diferencia respecto a la culpa es que la vergüenza hace referencia al yo y la culpa a la acción de ese yo.
Si en la familia o en la sociedad donde nos hemos criado, para una persona mostrar determinadas emociones estaba señalado o censurado, cuando estas aparecen puede sentir vergüenza, la vergüenza de no ser aquello que se esperaba de él/ella y, por tanto, a ser expulsadas del espacio de pertenencia.
Algunas personas sienten vergüenza al tener que pedir ayuda porque deberían poder con todo, otras al mostrar tristeza, otras al expresar enojo. Pero tambien la vergüenza aparece cuando una persona viste provocativa si ha sido educada en valores conservadores. En cualquier caso, esa vergüenza está hablando de un sentimiento de indignidad y de un riesgo de no pertenecer, de no ser aceptada. Por eso la vergüenza suele ir acompañada de un sentimiento de rechazo y, desde mi punto de vista, su origen está en la emoción del miedo.
La vergüenza es un sentimiento que está en muchas especies que tienen un sistema de organización social complejo.
Es la vergüenza, en un aspecto, una ayuda, algo que nos viene a avisar de un riesgo. Estamos traspasando las lineas morales o los mandatos aprendidos normativos a los que pertenecemos. Sin que eso sea negativo en si mismo, sino que trae una información que necesitamos atender. Esta es la función que me parece más importante de la vergüenza.
Yo sigo teniendo vergüenza al bailar. De niño, mi padre se rió de mi mientras bailaba. Un día, con 12 o 13 años, estando en familia, me sentía contento, por cualquier razón, y me puse a bailar. La critica a mi cuerpo me llegó de la voz de mi padre como algo paralizante, la sentí más grande que yo. La risa humillante que lanzó me entró hasta los huesos. Se reía de mis patas largas. ¡Parece un pato!, decía. Insistía en que estaba desproporcionado. Y siguió con la sorna hasta que dejé de bailar… no solo ese día, sino para siempre.
Las personas con mi tipología de carácter no solemos tener excesiva vergüenza seguramente porque no tenemos conciencia de la implicación que tiene exponer muestra intimidad ni somos conscientes de la relevancia que tiene para nosotros el pertenecer. Quizá por eso podemos llegar a ser bastante transgresores. Sin embargo siempre hay rendijas y, a día de hoy, aunque me hayan dicho en numerosas ocasiones lo contrario, aparece la vergüenza si me miran cuando bailo. En algún lugar sigo creyéndome un pato. Porque no ser un pato significaría confrontar a mi padre y como niño eso no era viable en ese momento. Porque no era el bailar en si mismo lo que ocurría ahí, la sorns, la humillación pretendía aplastar la alegría. En mi familia paterna no había muestras de alegría o de diversión. La alegría era transgredir. Si eres alegre noneres de esta familia. En esta familia somos serios y duros.
La vergüenza que experimento después viene a preservar mi pertenencia, me pide que me retire porque lo que muestro es algo que transgrede y pone en riesgo mi pertenencia. La vergüenza me hace sentir indigno cuando bailo porque, precisamente, no es apropiado en el marco familiar al que pertenezco. Para otros será otra cosa. La vergüenza es una señal de alerta para evitar más daño. Un daño que existió en el pasado pero que, si no la atiendo bien, el daño sería hacerle demasiado caso.
Si nos quedamos en la sensacion física o emocional del sentimiento de la vergüenza, es más que probable que me sienta paralizado. Si exploro, además, la información cognitva que aporta, podré revisar si, a dia de hoy, puedo o no sostener ese rechazo.
Lo cultural, lo social, lo compartido, es otra forma de marcar un límite. Y, atravesarlo, puede causar vergüenza. No es necesariamente un mal límite, en absoluto, el problema es hacer de la vergüenza algo limitante. Bradshaw decía que «la emoción que nos hace saber que somos finitos». Pasa como con el miedo. Tanto la vergüenza como el miedo necesitan escucharse con detenimiento. Por eso decía antes que la vergüenza puede ser un sentimiento que deriva del miedo, y entiéndase que el miedo es absolutamente necesario.
La vergüenza es universal y hasta sana. Huid cada vez que oigáis que no hay que tener vergüenza, que es lo mismo que decir que no hay que tener miedo. No hay una sola parte de esa construcción que se salve.
Mi enfoque pasa por “aún con vergüenza, hacerlo”, pero… incluyendo la cuarta dimensión. Es decir, el tiempo. Es decir, el ritmo. Al espacio (donde tiene lugar la acción) hay que añadirle el tiempo determinado y el ritmo. Son los elementos que permiten que haya acoplamiento, entre lo externo y lo interno, entre el individuo y el medio. No sólo es hacerlo aún y con vergüenza, sino incluyendo el tiempo necesario, el ajuste, que cada quien requiera sin pasarse a la contrafobia o a la procrastinación.
Para algunos la vergüenza es un burladero en el que esconderse y no salir al ruedo, donde la vida ocurre. Hay quienes la niegan constantemente. La vergüenza puede aparecer en cada esquina si queremos vivir plenamente, ya que vivir implica explorar el límite, la frontera, lo creativo, constantemente.
- Imagen de Thanos Vovolis, http://www.didaskalia.net/issues/vol7no1/vovolis_zamboulakis/image17.html