La función política del terapeuta
Tiempo de lectura: 2 minutosTodo terapeuta tiene una función política, que puede actuarla o ignorarla. Es así en el momento que reconocemos que el paciente no existe fuera de su entorno. Es decir, que el sujeto y el entorno coexisten de forma dinámica y no existe el uno sin el otro. No sólo eso sino que son interdependientes en su desarrollo. No hay un yo que se desarrolla de forma independiente del medio y luego se relaciona con él. La cultura, como la altitud del país donde se cría uno, el color de la luz, la vegetación, el lenguaje o la comida, tienen una influencia determinante en mi estructura y en aquello que voy siendo.
Esta responsabilidad (la de atender la cuestión económica, política, social, cultural) es una función intrínseca al oficio del terapeuta. Porque los tiempos donde la mirada no iba más allá del yo han pasado. Ahora ya sabemos que el yo es un espejismo y los terapeutas no deberíamos darle tanto bombo.
Dice Aina Vidal, una mujer con cargo político nacional, en el Congreso de los Diputados:
«Con la enfermedad he aprendido a respetar mucho la psicología y a despreciar más la autoayuda. Tendríamos que reivindicarlo más para generar sociedades más maduras y ciudadanos emocionalmente más fuertes.»
No todos los políticos ni todos los partidos son iguales. Y que los ciudadanos piensen que sí lo son es una pretensión de quienes quieren que haya una única voz, tergiversando el mensaje y manipulando la información.
Nunca había sido tan importante trabajar por discernir lo que es cierto de lo que no. Porque nunca había sido tan fácil mentir y engañarnos a través de tantos medios. Y porque, en nuestra cultura, la relación con el padre es suficientemente deficiente como para no saber distinguir cuándo la autoridad daña o acompaña.
Esta tarea es muy similar a la que hacemos en consulta. No podemos pretender que conocemos el medio de forma objetiva. La percepción del medio está ligada a la percepción de si. Esto es algo a trabajar progresivamente con el paciente.
Pero nosotros no podemos no co-particpar del proceso. Creo que debemos tomar la valentía de mostrarnos humanos, implicados, en un hacer político. Es la mejor forma de mostrarnos participantes del mismo mundo que pisa el paciente. Romper la barrera de la idealización. Bajarnos de los jugosos altares a los que nos prestamos con asombrosa facilidad. Transparentarnos es desculpabilizar y liberar al paciente.
Una paciente me dijo: «qué decepción, no me esperaba que pensases así!» tras leer un comentario mío publicado en redes sociales. ¡Cuánto valor, para confrontarme! Fue una sesión de las más bellas y honestas que recuerdo con ella. Y tenía razón, fui un poco imbécil en aquel comentario.