Antonio Pacheco
Tiempo de lectura: 2 minutosHoy hace 4 años que murió Antonio Pacheco.
Un buen hombre.
En la foto, con Suzy Stroke.
Quien también murió.
Una buena mujer.
Si no me equivoco en esa foto estaba yo por ahí detrás.
Hoy su hijo le recuerda en Facebook con un bello poema.
Están muy presentes en mí. Con frecuencia les nombro a los dos cuando hago repaso de los terapeutas que me influyeron.
Para mí, el linaje es importante. De quién aprendí esto, de quién lo otro, y saber de ellos a su vez de dónde vienen y con quién vienen. Saber esto que he aprendido por cuántas manos y almas ha pasado.
El linaje en un oficio es lo que permite que el espíritu siga fluyendo y no se convierta en algo hueco, vacío… en un producto.
Antonio ha sido fundamental para el SAT en España y creó la escuela de TCI. Era brillante y un pesao, a veces se repetía más que una fabada mal poco hecha, era narcisista, con bastantes contradicciones, muy apasionado, lleno de energía y, al tiempo, he visto a muy poca gente que se implique más en querer desear que el otro aprenda, que crezca, que deje de sufrir…
Yo le estoy muy agradecido. Mucho. Y agradezco cuando sus compañeros le nombran y le dan el lugar que merece. Me permite saber que la comunidad está mirando en horizontal, no sólo hacia arriba. Y ahí siento descanso.
Comparto esta adaptación que hice de un texto que Antonio escribió:
«cuando me entrego al dolor,
cuando lo respiro sin reservas,
cuando suelto la batalla,
me doy cuenta que no sólo no me daña,
sino que se abre el encuentro conmigo
de intimidad inigualable,
que tanto anhelaba.
Es entonces que descanso.
Es entonces cuando suavemente,
el veneno se convierte en medicina,
en el bálsamo que dulcifica mi pecho
y que reaviva mi corazón
que renace benevolente y tierno
lleno de amor»
Gracias.