La Hora de la Verdad
Tiempo de lectura: 2 minutosEl Día de los Muertos, el Día de todos los Santos, es una celebración que siempre viví desde niño como sombría. En los cementerios veía en su mayoría a personas mayores. Los rostros eran de pesadumbre. Como si querer a los muertos fuera mostrarles continuamente aflicción. Ese aprendizaje cultural, esa mirada convencional hacia la muerte, no es la única posible, y me ayudó conocer otras culturas y otras formas de celebrar la vida y la muerte. Creo que honrarles es tomar plenamente la vida que nos dieron. Tambien puede ocurrir que,+ quedarse en ese lamento sostenido bloquea el proceso natural del duelo y no honra por completo la vida que nos dieron.
De tantas definiciones, dichos y creencias alrededor de la muerte, de las que más me sirven a mi es la que escuché de crío en un western clásico: «Ha llegado tu hora de la verdad» le decía el bueno al malo… La hora de la Verdad.
La muerte no sabemos qué es. Pero si podemos saber, intuir bastante bien, que frente a la muerte de nada sirven las corazas. Es en ese momento cuándo los rencores se vuelven absurdos, cuando los miedos se entienden anacrónicos, cuando aparecen los remordimientos sobre si aquello que hicimos durante esa vida recibida fue corazón o no.
Ante la muerte sabemos con certeza, como si nos mirásemos al espejo más claro posible, si hicimos lo que tocaba o permanecimos en esta vida distraidos, cobardes, perezosos o llenos de rencor. Dicen quienes han pasado tiempo con murientes y enfermos terminales que lo que más lamentan las personas cuando llegan a la Hora de la Verdad es no haber amado la vida lo suficiente, haberse dejado pasar el tiempo en trabajos sin motivación, el haber alargado discusiones y enemistades, el no haber mostrado o desarrollado sus dones, el no haber perdonado ni haber pedido perdón.
«Vive y muere sin remordimientos. La muerte es la gran maestra.» Dijo Milarepa, el gran maestro del s.XIX
Parece que el peor equipaje para ante ese umbral es llevar la culpa de haber preferido la razón a la paz, la comodidad a la entrega, la supervivencia a la creatividad, el odio y la venganza a la humildad y la alegría, el egoísmo y la competitividad a la generosidad y la colaboración.
«Manten cerca a la muerte, pues será tu mejor compañera». Decía Carlos Castaneda
No es tarea fácil vivir sabiéndose mortal. Y no hay tarea más básica, más cercana, más mundana, más sagrada, más amorosa, más necesaria.
Tal día como hoy honro a mis muertos con un recuerdo, con espacio para la tristeza de que ya no estén, con el agradecimiento de lo que me pudieron dar. Unas flores, unas fotos imprimidas o que guardo en el móvil, pequeños objetos metidos en una caja que abro este día y me los recuerdan. Me ayudan a saber quién soy y de dónde vengo. Honrar a los muertos es honrar la vida que me dieron para vivirla con la plenitud de la que sea capaz. Esa es mi tarea.