Si busco mejorar me desprecio
Tiempo de lectura: 2 minutosDespués de una charla con Antonio Pacheco, en referencia a la terapia Gestalt y la tradición advaita, resumo varias ideas que me inspiran:
Cada vez que buscas ser mejor persona te rechazas. La terapia psicológica tiene un techo. De ahí surge la psicología humanista (donde se encuadra la terapia Gestalt y corporal). El problema no son los fenómenos psicológicos o emocionales, sino el rechazo. Lo que en las tradiciones espirituales llaman como dualidad.
La herida viene de la mentira inicial del niño que busca negarse para poder ser recibido por sus padres o el entorno. Negarse sus propias necesidades, pulsiones y fenómenos. La separación y la negación de los fenómenos es el sufrimiento, negar lo que hay. No interrumpir el ciclo del fenómeno es lo que permite retornar al estado de calma. El niño está triste, se deja su tristeza, y al cabo de un instante ya está riendo. Es el padre o la madre quien le dice «no estés triste» o «no llores» y ahí el niño empieza a negarse su propio proceso. De adulto creará que él es así, que le cuesta llorar, sin saber por qué. Por buenas que sean aparentemente estas intenciones no son más que negaciones del Ser (de uno mismo). Y aquello que se niega, en lugar de tener su propio ciclo vital, puede perdurar durante años o por toda una vida.
La propuesta es permitir que se manifiesten para poder desidentificarse y llegar a ser el gran ojo que todo lo observa, sin más. Pues no somos los fenómenos, no somos nuestros pensamientos ni somos nuestras emociones. Pero nos enrolamos, nos identificamos, con ellos en el momento en el que los intensificamos o reprimimos (porqué ahí ponemos la atención). También en el momento en el que buscamos ser otra cosa o mejorar algo de nosotros mismos. Cada vez que decimos frases similares a «me gustaría ser tal cosa o tal otra», «me gustaría no estar así», «cuando acabe esta formación entonces si estaré mejor»… en ese momento te niegas, te rechazas, te desprecias (me niego, me desprecio y me rechazo). Simplemente no hay compasión para uno mismo cuando esto pasa. Y lo mismo para las emociones, mientras que unos reprimen la rabia, otros reprimimos la alegría. No es diferente. Dejarse tranquilo (no autoindulgente) es un gesto enorme de compasión hacia uno mismo.
Tras una primera fase de aceptación aparece el proceso de discriminación (ver que es real y que es ilusorio).
Por eso, huye de cualquier terapia que niegue o juzgue cualquier aspecto de ti mismo, pues sólo acarreará más culpa, exigencia y peso a tu máscara. En todas las tradiciones se nombra una y otra vez como la lucha con el ego es infructuosa. Cuando más se lucha contra él más fuerte se hace. Después de rendirse el héroe se ilumina.
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