La impronta del nacer
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Sobre el parto, el dar a luz y el embarazo, incluso sobre la concepción… hay mucho que comentar todavía. Vivimos en una sociedad donde el miedo, la velocidad y la tecnificación, han dejado de lado a los tiempos naturales, a la intución, el poder de la mujer en post de las necesidades médicas. Incluso la cultura ha albergado palabras como «embarazoso» haciendo referencia a algo que avergüenza. En una sociedad que se teme al dolor (y, por tanto, se aleja de la naturaleza y tambien del amor), se usa ese miedo para preocupar a la familia y a las personas y ponerlas al servicio de una medicina muy deshumanizada. Afortunadamente, cada vez hay más personas sensibilizadas con este tema entre los equipos sanitarios.
Dice la madre del video:
«estaba preparada intelectualmente para enfrentarme a una atención convencional pero no estaba preparada emocionalmente»
Y es que principalmente el proceso es individual y en pareja. No es un mero trámite. Se trata de uno de los más maravillosos milagros de la naturaleza que nosotros somos capaces de acompañar: crear una vida. Pero se ha reducido durante años a algo mecánico, que se expresa usando siempre los mismos estereotipos y se acaba yendo al hospital como si de una enfermedad se tratase y en unos horarios mas a favor del equipo médico que de los ritmos de la madre y el bebé.
Es un tema largo a desarrollar, y no me extenderé más aquí. Pero sirva de breve introducción para que, desde una perspectiva distinta, ver este video que, a mi, me conmovió. Lo que en cualquier hospital hubiese acabado en cesárea…
https://www.youtube.com/watch?v=1utRV9MYQ-k&app=desktop
Después de emocionarme en el momento de su nacimiento, me quedo con la reflexión que hace esta madre bellísima al abandonar el hospital y decidir tener su hijo en casa, a pesar de las indicaciones y miedos que provenían del equipo médico: «estaba preparada intelectualmente para enfrentarme a una atención convencional pero no estaba preparada emocionalmente». Finalmente resulta emocionante ver ese bebé naciendo, la emoción de la madre tras el proceso, y me hace pensar en cómo vivimos los procesos de la vida.
En terapia he ido aprendiendo (y ahí sigo) en que el dolor forma parte del proceso y que el sufrimiento viene de su evitacion. Sufro cada vez que busco evitar el dolor y, «paradójicamente» cuando me abro a él me aligero y calmo. Me pregunto entonces… ¿No será que nuestra primera impronta, hoy en día que sabemos que el bebé siente lo mismo que la madre y su entorno, ya pasa por la evitación del dolor en el parto y que, siendo un hecho tan trascendental, ya marca en nuestra psicología que el dolor hay que evitarlo? De ser así, cabría reflexionar sobre eso y abrirnos a que el dar a luz siga siéndolo.