Habla el amor o el miedo?
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Está claro que cada vez que se dicen cosas como «sin ti no puedo estar», «no me dejes», «mi vida sin ti no tiene sentido», «eres mi vida», etc. no se está hablando de amor sino que se habla de miedo. Miedo que corresponden a heridas antiguas e inconscientes y que llevan una carga que vamos poniendo especialmente en nuestros vínculos, que afloran en situaciones de conflicto o ante posibles abandonos.
Tener esas expresiones como muestras románticas de amor son síntoma de una cultura que ha perdido el sentido verdadero del amor, infantilizada y demandante. Quizá porque el amor es patrimonio de los niños y nuestro niño interior lo hemos perdido por el camino. Es el gran ignorado. Hemos confundido llenarnos de obligaciones con madurar.
Urge recuperar a ese niño (recuperarnos), sanarlo y amarlo para dejar de hacernos y hacer dependientes a quienes nos rodean. Desde ahí me da un sentido muy bello esto: «dejar que los niños vengan a mi, pues ellos serán los primeros en entrar en el reino de Dios» dijo un tal Jesús de Nazaret. A partir de ahí se puede madurar, el amor madura, se completa de diferentes formas. Sin eso, es hueco.