La herida que se teme
Tiempo de lectura: < 1 minutoTenemos grabada en la memoria una herida que se hizo cuando realmente no pudimos entender ni sostener el dolor que nos producía, cuando éramos niños. Ante ese dolor nos fuimos endureciendo, o aislando, transformando con múltiples estrategias que nos permitieran sobrevivir y estar lo mejor posible. Parte de esa estrategia fue olvidarlo o quizá pasó cuando aún no podíamos tener recuerdos claros.
Fue tan fuerte, y está tan grabado en nuestro inconsciente, que seguimos hoy en día con el mismo aislamiento, las mismas rigideces y hábitos robóticos, como niños heridos temiendo que el dolor nos rebase.
No hace falta que fuera un gran trauma, no hablo de malos padres, sólo del dolor de un niño ante el sentimiento de abandono el primer día de colegio, por ejemplo.
De ahí nace la desconfianza en la vida, su reducción a las miserias y el sufrimiento. Unas miserias que pueden ser bien valoradas por la sociedad, pero miserias al fin y al cabo ya que has reducido la capacidad de ser espontánea a un marco de vida controlado y rutinario.
Pero se puede cambiar