El problema de tener expectativas
Tiempo de lectura: 3 minutosHablaré de una experiencia propia reciente. Fue en el retiro de RIGPA con el maestro budista tibetano Sogyal Rinpoché. En el descanso para comer, elegí de postre un hermoso racimo de uvas. Vi a mis compañeros de mesa que disfrutaban con ellas y cuando llegó el momento de morder la primera me sentí decepcionado. En ese instante me di cuenta del porqué.
Hacía un par de semanas que tenía uvas en casa y habían salido sorprendentemente buenas. La apariencia de las que acababa de coger eran idénticas e inconscientemente pensé que sabrían igual o mejor. Durante toda la comida, sin darme cuenta, estaba esperando que llegara el momento de morderlas y sentir su sabor dulce y ligeramente ácido como las que había estado disfrutando en mi casa los últimos días. Pero no fue así. Las uvas que comía estaban buenas, pero las expectativas que había creado me impidieron disfrutarlas. Yo no estaba viviendo el presente. Habiéndome dado cuenta de esto y despues de comer tres o cuatro granos de uva, puede empezar a saborearlas verdaderamente. Fue el aprendizaje práctico de las enseñanzas que Rinpoché había impartido ese día y en lo que basamos la terapia.
En alguna ocasión he comentado el problema de vivir en el pasado o de crearnos un futuro con nuestras expectativas. La esperanza de que algo llegue y nos haga estar mejor (nos salve) o, bien el miedo de lo que hemos vivido, nos priva de vivir el presente y sentir la realidad que nosotros elegimos. Es de eso de lo que estamos carentes, no somos conscientes de que somos capaces de elegir y rechazamos continuamente nuevas experiencias. Y lo rechazamos anclándonos en vivencias del pasado y fantaseando con futuros inexistentes. El miedo y las expectativas marcan el dia a dia. Les hemos dado ese poder.
El ejemplo de la uva explica que no sólo pasa con las parejas, los hijos, el trabajo, los regalos de aniversario o nuestra imagen, sino también (y muy especialmente) con las pequeñas cosas. Es cierto que he visto pacientes sentirse decepcionados al ver que su cónyuge no tomaba la responsabilidad como padre o como madre. En un caso determinado, según ella, su marido nunca habia sido una persona responsable en el hogar, pero esperaba que al llegar un hijo deseado eso cambiara. El cambio no se produjo y provocó una situación de crisis que pudo resolverse en terapia. Esta es una situación dolorosa, pero no lo es menos el decepcionarse por un dia nublado, porque la mesa del restaurante no es la que esperabas o porque un amigo se vaya antes de lo que habías planeado en una cita.
Las expectativas difícilmente pueden verse cumplidas, porque se basan en ideales y tienen una actitud de fondo ciertamente infantil. A medida que dejan de cumplirse la frustración se vive con más intensidad y la búsqueda de ese ideal, para compensar esa mayor frustración adquirida, aumenta creándose una espiral de continua insatisfacción.
Parte de la terapia que realizo es la búsqueda de poner la atención en las pequeñas cosas, los pequeños detalles que nos rodean. No hay que dar nada por supuesto. Todo cambia y es impermanente. La comunicación y aprender a expresarse bien es especialmente importante. No pongas etiquetas a tus amistades, deja que cambien libremente y te sorprendan. No te pongas etiquetas a ti mismo/a, dejate fluir ante tus propias necesidades. Toma la responsabilidad de vivir cada instante de tu vida. No busques salvadores, no des nada por supuesto. Aprende a comunicarte mejor y toma decisiones en función de lo que estas viviendo en lugar de actuar en funcion que de lo que estas pensando o temiendo que pasará.
Cuidate de los peniques y las libras se cuidaran solas
- Fotografía del artículo: «Nude», de Edward Weston (1925)
- Primera publicación el 18 de octubre de 2010