Responsabilizarse de uno mismo, el principio de la autoestima
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¿Qué es la autoestima? Muchas personas se autodiagnostican con baja autoestima. Lo comentan cuando se sienten incapaces de realizar nuevos retos, no sienten amor por ellos mismos o tienen la comparación muy presente y siempre se perciben por debajo del resto o con una enorme deuda pendiente.
Muchos buscan sentirse mejor escuchando alguna palabra de apoyo o consuelo, sentir alguna mirada de atención de alguien que les guste o algún gesto cariñoso. Otros se esfuerzan sin descanso en el trabajo, en casa o en muchos otros lugares, con el fin de destacar o ser alabados o reconocidos y sentir que su esfuerzo tiene valía, que son alguien… Parece que la baja autoestima desaparezca cuando «la vida les sonrie» y algo va bien. Pero todo eso son cosas externas que nos hacen cada vez más esclavos de lo exterior y nos vuelve cada vez más tristes, porque nos aleja de nosotros mismos al estar siempre a expensas del otro o del entorno. Incluso un carácter aparentemente fuerte y desafiante puede tener una autoestima baja, porque depende igualmente de la admiración o reacción del otro.
Cuanto más buscamos fuera más nos asemejamos a un barquito de papel que, puesto en el mar, se deja llevar a la deriva del son de las olas implacables y siempre cambiantes.
¿Cuántas relaciones de pareja o de amistad se establecen por lo que nos hacen sentir y no por lo que podemos compartir desde nosotros mismos? ¿Acaso eso no nos hace más dependientes? Esa dependencia es lo que nos despierta una profunda tristeza, como quien pasa demasiado tiempo fuera de casa. Entonces, ¿cómo puede uno recuperar su autoestima, el valor y el amora hacia uno mismo sin depender de los demás?
Para mi hay una una receta sencilla para esto: responsabilizarte de tu vida con profunda determinación y sin fisuras. Esta responsabilidad no es la de una carga, ni un esfuerzo adicional. La responsabilidad es lo que permite ponerse en acción desde uno mismo.
Quiero compartir este texto que lo considero muy evocador y que aclara mi comentario:
1) Bajo por la calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Me caigo dentro,
estoy perdida… impotente.
No es culpa mía.
Se tarda una eternidad en salir de allí.
2) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Hago como que no lo veo.
Vuelvo a caer dentro.
No puedo creer que esté en ese mismo lugar.
Pero no es culpa mía.
Todavía se tarda mucho tiempo en salir de allí
3) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Veo que está allí.
Igual caigo en él… es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.
Sé dónde estoy.
Es culpa mía.
Salgo inmediatamente de allí.
4) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Paso por el lado.
5) Bajo por otra calle.
El libro tibetano de la vida y de la muerte. Sogyal Rimpoché.
Personalmente no me gusta la palabra culpa. No seré yo quien corrija al mestros Sogyal Rimpoché, pero en nuestro país, durante varias generaciones, la culpa ha estado muy ligada al sacrificio y a una forma de vida orientada a conseguir el perdón a través del sufrimiento. Así que te propongo un ejercicio, prueba a leer de nuevo el texto citado sustituyendo la palabra culpa por responsabilidad:
1) Bajo por la calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Me caigo dentro,
estoy perdida… impotente.
No es mi responsabilidad.
Se tarda una eternidad en salir de allí.
2) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Hago como que no lo veo.
Vuelvo a caer dentro.
No puedo creer que esté en ese mismo lugar.
Pero no es mi responsabilidad.
Todavía se tarda mucho tiempo en salir de allí
3) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Veo que está allí.
Igual caigo en él… es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.
Sé dónde estoy.
Es mi responsabilidad.
Salgo inmediatamente de allí.
4) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Paso por el lado.
5) Bajo por otra calle.
Sólo cuando uno se responsabiliza de sus actos profundamente puede surgir el cambio. Responsabilizarse es volver a sentirse un ser completo, y no alguien desmembrado. Responsabilizarse es aprender a dejar de culpar a la vida, al ayuntamiento, a la sociedad o al vecino y ponerse manos a la obra. Sólo así uno puede empezar a sentir de nuevo el amor hacía uno mismo, encontrarse maravillado ante sus propios misterios y cuidar los dones y virtudes con el mismo cariño que sus carencias.
La terapia ayuda a resolver los conflictos y los problemas que uno siente en la vida cotidiana, primero buscando cuales de ellos son autenticamente nuestra responsabilidad y actuando sobre ellos. Pero más allá de lo que ocurre fuera, uno siempre es responsable de lo que uno siente y es ahí donde la terapia y la meditación actúan profundamente, porque son libertad y felicidad auténticas.
Me gusta especialmente este texto que ejemplifica bien lo que podría significar la autoestima:
Mi declaración de autoestima
Yo soy yo.
En todo el mundo, no hay nadie que sea igual a mí. Hay personas que tienen algunas partes semejantes a las mías, pero nadie es exactamente como yo. Por tanto, todo lo que provenga de mí es auténticamente mío, porque yo así lo he decidido.
Soy dueña de todo lo que hay en mí: mi cuerpo, incluyendo todo lo que hace; mi mente, incluyendo todos sus pensamientos e ideas; mis ojos, incluyendo las imágenes que contemplan; mis sentimientos, cualesquiera que sean: ira, alegría, frustración, amor, desencanto; mi boca, y todas las palabras que salgan de ella: amables, dulces o ásperas, correctas o incorrectas; mi voz, fuerte o suave; y todos mis actos, ya sean dirigidos a otros o mí misma.
Soy dueña de todos mis triunfos y éxitos, de todos mis fracasos y errores.
Como soy dueña de todo lo que hay en mí, puedo conocerme íntimamente. Al hacerlo, puedo amar y ser amistosa conmigo en todas mis partes. Así, puedo hacer posible que todo mi ser trabaje en beneficio de mis intereses.
Reconozco que hay aspectos en mí que me intrigan, y que hay otros aspectos que desconozco, pero mientras sea amistosa y amorosa conmigo puedo buscar con valor y esperanza las soluciones a estos interrogantes y los medios para descubrir más sobre mí.
Como quiera que parezca y suene, cualquier cosa que diga y haga, cualquier cosa que piense y sienta en un momento determinado, seré yo. Eso es auténtico y representa lo que soy en ese momento.
Cuando más tarde analice cómo parecía o sonaba lo que dije e hice, y cómo pensé y sentí, algunas partes podrían parecer inadecuadas. Puedo desechar aquello que no sea adecuado y conservar lo que sí lo sea, e inventar algo nuevo para lo que haya descartado.
Puedo ver, escuchar, sentir, pensar, decir y hacer. Tengo los medios para sobrevivir, para estar unido a los demás, para ser productivo y encontrar sentido y orden en el mundo de las personas y cosas que están fuera de mí.
Me pertenezco, y por tanto puedo construirme.
Yo soy yo, y estoy bien.
Virginia Satir
- Primera publicación el 4 de febrero de 2011
- Foto de portada: http://palabradevida.files.wordpress.com/2010/05/crossroads2.jpg