Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipi Suspend isse ultrices hendrerit nunc vitae vel a sodales. Ac lectus vel risus suscipit venenatis.

Amazing home presentations Creating and building brands

Projects Gallery

Buscar

Me invento para que me quieras

Tiempo de lectura: 3 minutos

Gran parte de nuestro sufrimiento viene de la necesidad de cariño, de afecto y aceptación que deseábamos de nuestros padres y no recibimos o no nos supieron dar.
Lo hicieron lo mejor que pudieron? Seguramente, pero no por ello nuestra herida es menor.
Para un niño su alimento principal es el amor y el cuidado. Hará lo necesario para conseguirlo, para buscar la aceptación de sus padres. Unos padres que no ven a ese niño como un ser pleno que viene aquí para aportar algo nuevo al mundo, sino que inconscientemente lo ven como instrumento a través del cual continuar con sus ideas, su forma y sus creencias. Incluso en algunos casos, para que el hijo resuelva problemas y conflictos que existen en la familia o la pareja. Buscan que el niño les haga feliz. Sin quererlo están cargando a su propio hijo la responsabilidad de su propia felicidad.
A medida que el niño vaya creciendo sentirá que no se le acepta tal y como es, sino que debe ser de una determinada manera, debe encajar en las normas ideas o costumbres que padres, familia o sociedad irán imponiéndole. Eso le creará inseguridad y provocará que el niño genere un personaje que encaje en ese ideal propuesto con el fin de conseguir el amor de quienes le rodean. Aprenderá a que debe ser de una determinada manera si quiere recibir el afecto familiar. Siente que no se le acepta por él mismo, sino por el personaje que ha creado.
Debe a ese personaje que sus padres le sigan queriendo, de ahí el apego que tenemos a costumbres, creencias y formas de hacer. Ya que de forma inconsciente sentimos, aun de adultos, que si perdemos ese personaje dejaríamos de recibir el cariño paterno o materno (no es poco frecuente que padres retiren la palabra a hijos que se divorcian, cambian de carrera o profesión, etc.). Seriamos capaces de defender esas creencias y formas de ser hasta la muerte o hasta matarnos y es que, literalmente, sin ese personaje muy probablemente hubiéramos muerto o nos hubiera creado un sufrimiento insoportable.
Pero lo que fue necesario para nosotros siendo niños ya no tiene porque serlo y vemos ahora como esos patrones nos hacen repetir una y otra vez equivocaciones que nos provocan sufrimiento. No somos libres. No está a nuestro servicio sino que somos su esclavo.
También por ese motivo, por más que busquemos en la pareja o en crear una familia, en tener éxito profesional o social, nunca estamos satisfechos. Porque estamos llenando a ese personaje y nos movemos por la vida con él. Incluso dudaremos de si lo que estamos haciendo realmente en nuestra vida lo hemos elegido nosotros o hemos llegado impulsados por una serie de hábitos que ya no compartimos y que ni nos cuestionamos. Desde ahí siempre habrá la pregunta interior de si nos quieren por lo que no somos realmente o por ese personaje que hemos creado.
Mi respuesta a esa pregunta es que quien nos ama de verdad nos ama por ambas partes, por nuestro ser inventado (lo que llamamos ego, o carácter) y por lo que somos realmente, nuestra esencia. Comprueba que quien está contigo comprende y respeta ambas partes de ti y cuestionate si tu estas haciendo lo mismo con tus seres queridos.
Uno solo puede ser feliz encontrándose a si mismo, aceptándose. Pero para eso hace falta conocerse. Tener el valor de ver nuestra parte de hijos de Dios y nuestra parte de hijos de puta, como decía Guillermo Borja.
El proceso terapéutico de autoconocimiento aporta luz al camino individual de hallarse a uno mismo, para limpiar las viejas heridas, sanarlas y establecer un nuevo orden de amor para con el mundo, la sociedad, amigos, pareja, familia y, muy especialmente, consigo mismo.
Hay una pequeña cita de Fritz Perls, que Jorge Bucai adaptó, y dice así:

«No he venido a este mundo
a cumplir tus expectativas.
No has venido a este mundo
a cumplir mis expectativas.
Yo hago lo que hago.
Tu haces lo que haces.
Yo soy yo, un ser completo aún con mis carencias.
Tu eres tú, un ser completo aún con tus carencias.
Si nos encontramos y nos aceptamos,
si nos aceptamos y nos respetamos,
si somos capaces de no cuestionar nuestras diferencias
y de celebrar juntos nuestros misterios,
podremos caminar el uno junto al otro;
ser mutua y respectuosa,
sagrada y amorosa compañía
en nuestro camino.
Si eso es posible puede ser maravilloso,
si no, no tiene remedio.»

  • Articulo publicado originalmente el 29 de Marzo de 2010
  • Fuente de la fotografia de portada: Manuel Cuesta
Manuel Cuesta Duarte manuelcuesta@paziencia.com

Manuel Cuesta, soy terapeuta gestalt con consulta en Granollers y online. Dirijo Paziencia desde 2010. Ofrezco acompañamiento en terapia individual y de pareja, dirijo grupos de supervisión para terapeutas y grupos de terapia. Colaborador de Cherif Chalakani desde hace 14 años. He sido docente del Proceso Hoffman en España, dirigido grupos de hombres en movimiento y colaborado con diferentes escuelas de formación Gestalt y corporal.

Comentario: 1

Lo sentimos, el formulario para comentarios está cerrado en este momento.

Próximos eventos

¡No hay eventos!