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Aprendiendo a sensar

Tiempo de lectura: 3 minutos

Cuando escuché este término por primera vez fue de un maestro satero al que admiro por su humildad, sabiduría y presencia amorosa: Cherif Chalakani. Acostumbrados a pensar hemos olvidado a sensar.
De pequeño me preguntaba porqué no sentía mi bazo, mi estómago o mi hígado. En la adolescencia entendí que algo no iba bien en nosotros mismos si no teníamos conciencia de las partes de nuestro cuerpo, ya fueran órganos internos o partes externas. Había oído hablar de yoguis capaces de tener plena conciencia hasta del crecimiento de sus uñas y pelo. Entonces, ¿porqué nosotros no? y ¿qué consecuencias tiene para una persona no sentir su cuerpo, no ser consciente de él?.
A medida que iba despertando en mi mismo la capacidad de ser consciente de mi cuerpo interno y externo, las respuestas que buscaba intelectualmente se resolvían de forma espontánea. Me fué claro que, a menudo, el cuerpo tiene la respuesta que necesitamos. La mente-mentira, como dice Antonio Pacheco, nos engaña, confunde, altera los recuerdos, nos pone en la duda; pero el cuerpo tiene la respuesta precisa.
Aprender a sensar es pues un acto de valentía y de humildad, porque implica aceptar sin juicios que nosotros (nuestra mente) no sabe todas las respuestas, por mucho que lo pretenda.
Está comprobado que es el cuerpo el primer receptor del impulso unitario, aquel que nos hace nacer e ir hacia la vida. Antes que el cerebro tenga conciencia de una emoción o estímulo el cuerpo es el primer receptor. Es pues en el cuerpo donde se genera la carga y el bloqueo. Cuando existe una continua frustración o estado emocional alterado el cuerpo somatiza, y lo hace como mecanismo de defensa. Se tensa ante una situación que aparece como peligrosa, con el fin de evitar una mayor exposición al dolor. Es lo que se llama la coraza muscular. El cuerpo se adapta al entorno para evitar que los momentos de frutracion, sufrimiento o displacer afecten lo menos posible al ser humano.
Es por ese motivo que encontramos cuerpos endurecidos, contenidos, flácidos, fibrados o rígidos. Esa tendencia responde a cómo el cuerpo ha reaccionado a lo vivido desde el momento de la concepción en el vientre materno hasta los primeros años de la infancia, y tiene una relación directa con el carácter de la persona.
Esa coraza, en si misma, es ya una psicosomatización que nos afecta a la hora de sensar el mundo que nos rodea, vivir las emociones y establecer relaciones afectivas sanas para con nosotros mismos y el resto, ya que ese endurecimiento, flacidez o estado de tensión se han quedado marcados de forma permanente y el cuerpo no vuelve a su estado de reposo original.
Cuando estamos preocupados o angustiados nos duele el estómago, nos llevamos las manos a la cabeza en una situación de sorpresa, se carga la espalda y cuello cuando hay tensión controlada, las mandíbulas se apretan en momentos de enfado o rabia, los olores expresan el estado emocional a través de los diferentes grados de acidez, las articulaciones de las rodillas se arquean, etc. Todos estos síntomas son mensajes que de repetirse de forma frecuente quedan anclados en el cuerpo creando psicosomatizaciones que con el paso del tiempo, inconscientemente, damos como normales y habituales. Y que, por más que se traten tomando algún tipo de fármaco, no remiten porque el origen que las causó sigue presente sin resolverse. El cuerpo expresa un síntoma. El síntoma es un mensaje. Escuchando el mensaje que el cuerpo nos da podremos encontrar el origen que lo causa. Pero si se trata el síntoma el cuerpo irá subiendo la señal de alarma para ser escuchado. Cuanto menos se pretenda escuchar los mensajes del cuerpo más intensos serán los síntomas, cuanto más se medique, más síntomas aparecerán.
En la psicoterapia un paciente puede llegar a resolver un conflicto mental y emocionalmente, pero es posible que el cuerpo siga anclado aún en él y provocará que tenga dificultades en su recuperación. En la terapia que practico el paciente trabaja tanto los aspectos emocionales como corporales. En las primeras sesiones veo como algunos pacientes se sienten extrañados cuando les propongo ciertos ejercicios. Pero pronto descubren una nueva dimensión de ellos mismos y perciben como en su cuerpo tienen una fuente de sabiduría. La respuesta a todas sus necesidades está dentro de si mismos.
Cuando un paciente empieza a sensar se siente más completo, tiene la sensación de haber ido siempre a la pata coja y que ahora recupera sus dos piernas con las que poder desplazarse y recorrer el mundo.

  • Fotografía y escultura de portada: «Lucyandbart» de Lucy McRae y Bart Hess
Manuel Cuesta Duarte manuelcuesta@paziencia.com

Manuel Cuesta, soy terapeuta gestalt con consulta en Granollers y online. Dirijo Paziencia desde 2010. Ofrezco acompañamiento en terapia individual y de pareja, dirijo grupos de supervisión para terapeutas y grupos de terapia. Colaborador de Cherif Chalakani desde hace 14 años. He sido docente del Proceso Hoffman en España, dirigido grupos de hombres en movimiento y colaborado con diferentes escuelas de formación Gestalt y corporal.

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